En Casa Candina ponemos a tu disposición 4 Suites de 25 m² completamente restauradas. Todas disponen de zona de estar y zona de noche.
Ubicadas en la 1ª planta de la casa, la Junior Suite con balcón es perfecta para parejas, viajeros individuales o familias pequeñas que buscan un espacio con encanto, todas las comodidades y un lugar al aire libre para disfrutar.
Déjate seducir por la decoración de estilo rústico con toques modernos, que crea una atmósfera cálida y llena de encanto.
Las Junior Suite se encuentran en la 2ª planta (no hay ascensor). Nuestra habitación abuhardillada te ofrece un espacio íntimo y acogedor con un encanto especial. El techo inclinado con vigas de madera crea un ambiente cálido y único, perfecto para desconectar y relajarse.
Disfruta de la tranquilidad y la belleza de este espacio singular.
Ubicadas en la 1ª planta de la casa, la Junior Suite con balcón es perfecta para parejas, viajeros individuales o familias pequeñas que buscan un espacio con encanto, todas las comodidades y un lugar al aire libre para disfrutar.
Déjate seducir por la decoración de estilo rústico con toques modernos, que crea una atmósfera cálida y llena de encanto.
Las Junior Suite se encuentran en la 2ª planta (no hay ascensor). Nuestra habitación abuhardillada te ofrece un espacio íntimo y acogedor con un encanto especial. El techo inclinado con vigas de madera crea un ambiente cálido y único, perfecto para desconectar y relajarse.
Disfruta de la tranquilidad y la belleza de este espacio singular.
Mi historia se remonta a 1940, los cimientos y paredes fueron construidas con piedras que provienen de la montaña que me ha dado el nombre. Concretamente con las extraídas del camino que se abrió sobre el manantial de agua que emana a sus pies.
Los niños, antes de ir a la escuela muy temprano, hacían un viaje con piedras que pudieran cargar para que así el cantero tuviera con que comenzar a trabajar cuando llegara. Mientras los adultos sacaban los animales de las cuadras, les daban de comer, ordeñaban las vacas y marchaban a cultivar, también segaban la hierba para secarla y guardarla luego en el payo para el invierno.
Cuando tenían todo encaminado, el padre se disponía a ir a buscar percebes, centollos, caracolillos, lapas, quisquillas y algún pez para llevar a la mesa. Aparte de la tierra, siempre fueron muy adeptos a la mar. Mientras la madre en casa hacía el pan y los embotados de lo cosechado, esperaba la vuelta de su compañero con la pesca.
Eran tiempos duros entonces, donde había escasez y pocas comodidades, pero eso no detenía las ganas de vivir y progresar en este entorno natural tan bonito rodeado de huertas, animales, río, mar y montañas.
Después de una vida de sacrificios y de criar a sus hijos, nos fuimos haciendo mayores a la par. Ellos tuvieron que marcharse, pero yo, sigo aquí… esperando a quien cobijar y deseando sentir nuevamente la calidez de aquellos que necesiten de mí. Necesito algunos retoques, pero aún tengo mi encanto y una energía muy bonita para regalar.
En febrero del 2020 conocí a una pareja que vino a visitarme, conectamos al instante. Después de muchas idas y venidas por fin, logramos unir nuestros caminos.
Pusieron mucho énfasis en devolverme a los buenos tiempos, dado que necesitaba una puesta a punto para poder ser eficiente nuevamente.
Me desnudaron completamente, sanearon por dentro y por fuera, con la mayor sensibilidad y gusto posible respetando mi historia. Ahora, aunque conservo mis paredes originales, tengo dentro de mí un trozo de País Vasco en forma de vigas, pilares de roble y castaños centenarios, concretamente de un caserío de Okondo con 300 años de edad.
Mis suelos han sido sustituidos por baldosas de barro hechas a medida para mí, cocidas tradicionalmente en horno de leña por un hombre muy simpático y campechano de Madrid.
También cuento con energía renovable en forma de aerotermia, agua caliente que circula por toda la casa, inclusive por los suelos en forma de calor en las épocas de frío.
Fue condición que el naranjo de la entrada y yo seamos inseparables, aunque mayor, aún da una hermosa sombra con frutos dulces y jugosos. Han respetado el pozo de agua que me ha acompañado siempre, ahora el huerto y los patios se siguen regando con él como siempre se ha hecho.
En general, tengo muchas cosas nuevas que para mí eran desconocidas hasta ahora, pero al mismo tiempo agradezco el conservar mi alma.
Gracias por venir, prometo que al marchar, os llevaréis un trocito de mí para que os dure hasta que volvamos a vernos…